Andalucía / perfil
Carmen Martínez Aguayo: la guardiana en apuros
Día 25/04/2013 - 11.40h
Su inmolación para salvar a Griñán en el caso de los ERE, las meteduras de pata y los negocios de su marido ponen a Aguayo, mano derecha del presidente, contra las cuerdas
La Thatcher
del Gobierno andaluz no es de hierro. El asedio del caso de los ERE y
los dudosos negocios como «asesor urbanístico» de su marido con un
alcalde condenado por corrupción han colocado contra las cuerdas a la
mano derecha del presidente, José Antonio Griñán. La rígida y obstinada determinación de la consejera de Hacienda y Administración Pública, Carmen Martínez Aguayo (Madrid,
1953), le granjeó el apodo de «Dama de Hierro» entre los sindicatos,
donde no goza precisamente de mucha simpatía. Los funcionarios le
declararon la guerra cuando impuso en 2011 la polémica reordenación del
gigantesco aparato burocrático de la Junta.
Con la difunta primera ministra británica
comparte un origen humilde (su padre empezó de pintor de brocha gorda) y
una disposición natural a despertar sentimientos polarizados. Odiada
por los funcionarios, adorada por Griñán. Con Aguayo no hay término
medio. Compone junto a Antonio Ávila la
guardia pretoriana del presidente, el círculo de su máxima confianza
desde la etapa en que Griñán llegó a la Consejería de Economía y
Hacienda en 2004 y la nombró viceconsejera de Hacienda.
«Yo recibí los informes y nunca se los dí a Griñán», dijo para exculparlo
Desde que saltó el escándalo de los ERE, la
consejera «tecnócrata» se ha convertido también en su ángel de la
guarda, el pararrayos en el que descargó sus responsabilidades. Con tal
de salvar a Griñán del fuego cruzado al que le sometieron el PP e IU en
la anterior legislatura, Aguayo no dudó en hacerse el harakiri político
con una confesión tan desconcertante que en cualquier país nórdico o
germano habría precipitado la presentación de su renuncia «ipso facto».
«Yo recibí los informes y nunca se lo comenté», reconoció Aguayo sobre
las contundentes advertencias del interventor, dirigidas a Griñán,
contra el sistema de ayudas a prejubilados. En aquella rueda de prensa posó al lado de un carrito de supermercado cargado de archivadores.
«¿Alguien piensa que yo me leo todo eso?», dijo los periodistas. Pero,
no sólo ejerció de «archivera», su comprometedora firma figura en la
orden de cesión al Ayuntamiento de Villanueva del Río y Minas de una
parcela, regalada a su vez a Ángel Rodríguez de
la Borbolla para montar una fábrica con ayudas de los ERE que nunca
existió. Para completar el círculo, en un ataque de franqueza, Aguayo
proclamó ante las cámaras que los exconsejeros José Antonio Viera y Antonio Fernández tienen responsabilidad política «sin duda», haciendo saltar por los aires el férreo guión del PSOE en el caso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario